martes, 13 de marzo de 2007

Higiene del bebé

Convivir con el recién llegado lleva implícito que los nuevos padres deben tratar de comprender en todo momento cuales son las necesidades reales del recién nacido y en estas se incluyen las necesidades higiénicas, todas aquellas relacionadas con su aseo personal. Nuestra habilidad y por supuesto, lo más complicado, nuestro acierto, conseguirán que nuestro niño no padezca molestas irritaciones, escoceduras o incluso infecciones.
Durante los primeros días, algunos pediatras recomiendan que el lavado diario del recién nacido lo hagamos en seco hasta que su ombligo cicatrice y se caiga, para otros no es desaconsejable sumergir al pequeño en la bañera siempre teniendo la precaución de no mojar el ombligo y sobre todo de secar bien todos los pliegues cuando acaba el baño.
Para hacérnoslo más fácil a nosotros y más seguro a nuestro pequeño sólo tenemos que tener en cuenta una serie de recomendaciones, uno trucos, algunos de ellos más que conocidos y más que utilizados por nuestras abuelas pero otros quizás menos extendidos y que deberemos aprender solos y de la mano de nuestro bebé.
Para un recién nacido su aseo es sumamente importante, gracias a él no sólo se siente a gusto, no sólo se relaja sino que además es un tiempo en el que está en contacto con papá y mamá, un tiempo extra, un tiempo para disfrutar, un tiempo en el que la confianza que pone en nosotros es tan absoluta que se siente recompensado por nuestras caricias mientras le lavamos, por eso no sólo debemos pensar en la higiene en este momento, sino que además, no deberíamos perder la oportunidad de estrechar nuestros lazos afectivos con nuestro bebé entre esponjas, agua, jabón y caricias.
La temperatura ambiente conviene que sea agradable, templada. Hay que evitar por encima de todo las corrientes de aire por lo que es más que recomendable tener todo el material que vayamos a utilizar junto a la bañera o bien en el cuarto de baño o bien en el dormitorio donde hallamos dispuesto la ubicación de la bañera de nuestro bebé, el simple hecho de abrir y cerrar la puerta podría dar lugar a que se enfriase la habitación y por tanto que nuestro pequeño pueda resfriarse.
Si hemos decidido que hasta que se caiga el ombligo no vamos a utilizar la bañera, lo que haremos será un lavado en seco, procuraremos asear a nuestro bebé con una esponja humedecida en agua tibia, por partes y manteniendo la zona del ombligo completamente limpia y seca, esta parte la limpiaremos con una gasa esterilizada mojada en alcohol de 70 º y sobre todo nos preocuparemos de que siempre esté seca para facilitar su caída lo más rápido posible y sin ningún tipo de complicación.
Desde el primer día de su nacimiento necesitaremos prácticamente todo tipo de productos de aseo, muchos de ellos son imprescindibles pero otros dependerán de nuestros propios gustos.
Los primeros objetivos del aseo serán los ojos, los oídos y la nariz de nuestro pequeño, para ello utilizaremos distintas gasas limpias para evitar que se produzcan tanto infecciones como contagios.
Para cuando nos decidamos a utilizar la bañera, debemos tener en cuenta que el agua debe estar en torno a los 35º, para controlar la temperatura hay innumerables termómetros sumergibles, desde los que tienen forma de juguete (barcos, peces,...) a los que se incluyen en distintas alfombras de goma que cambian de color marcando los grados del agua y además pueden evitar algún que otro resbalón del peque mientras lo tenemos en el agua. Con una esponja suave o con la misma mano, podemos limpiarle adecuadamente la cabeza y para el resto utilizaremos una técnica parecida a la anterior, humedecemos la esponja y vamos limpiando muy despacio el pecho, la espalda, las piernas,...siempre de arriba abajo y finalizando por su culete. Para aclararle no es recomendable echarle el agua del grifo directamente sobre el cuerpo ni sobre la cabeza porque podría asustarse, es mejor que empapemos la esponja y la exprimamos con cuidado sobre su cuerpo y su cabeza. Y para girarle cuando hallamos terminado la higiene de la parte delantera de su cuerpo, lo haremos con delicadeza sin asustarle y teniendo mucho cuidado de que no se nos escurra ahora que está mojado.
Muchos pediatras y enfermeras señalan que no es necesario que bañemos cada día a nuestro bebé ya que sus necesidades de higiene no son las mismas que las nuestras como adultos, apenas sudan y tampoco se suelen manchar ni están en contacto con suciedad hasta que no cumplen unos meses y empiezan a jugar en el suelo, en la alfombra, con la arena...
En cuanto a los productos que usaremos para la higiene de nuestro pequeño: champú, gel, crema hidratante,... podemos echar un vistazo a la página web de la asociación ecologista greenpeace (greenpeace.es) ya que aquí se analizan los posibles contaminantes que estos productos contienen en sus composiciones y que nos pueden afectar a nuestra salud desde que somos bebés, como nuestro hijo.
No hay que olvidarse de las posibles alergias que cualquier producto que consideremos adecuado puede producir en la delicada piel de un recién nacido, ante la mínima aparición deberíamos dejar de usar ese producto y si lo consideramos oportuno acudir al pediatra para comentárselo.

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